Curiosamente, si bien en el imaginario colectivo la creatividad está más asociada al arte y a la literatura, los relatos míticos más populares acerca del momento epifánico pertenecen al ámbito científico. Dos de los mitos más icónicos acerca de la epifanía son el «¡Eureka!» de Arquímedes y la manzana de Newton. Estos relatos, en su afán de capturar la esencia del proceso creativo y de inmortalizar a sus creadores, simplifican notablemente un largo y complejo proceso y enquistan en nuestro imaginario la desacertada idea del genio. Pero la realidad es que detrás de todo momento epifánico hay siempre un largo e intenso trabajo de preparación y de reflexión. La epifanía o el «momento eureka» representan tan solo la punta del iceberg; debajo de la superficie se oculta una compleja red de relaciones que van desde la bioquímica cerebral hasta la dinámica social, pasando por las conexiones sinápticas, la genética, los marcadores somáticos, las redes neuronales, el desarrollo infantil, la personalidad, las relaciones interpersonales, el humor, el entorno social, el azar y el imaginario colectivo.

La creatividad conlleva mucho esfuerzo. No es posible ser creativos en ningún ámbito sin dominar las técnicas y sin conocer profundamente sus limitaciones y sus posibilidades. La preparación es la primera y la más importante de las etapas del proceso creativo. Durante esta fase del trabajo adquirimos un conjunto de conocimientos y habilidades y reunimos toda la información relevante acerca del problema que queremos abordar. Se trata de una etapa en la que prevalece el trabajo consciente, deliberado y planificado. Pero la preparación no debe ser solo formal, de contenidos; es necesario empaparse de los valores relacionados con el esfuerzo, con la voluntad y con la gestión de las frustraciones. Una parte muy importante de la formación se transmite por canales sutiles, difíciles de controlar, y muchas de las habilidades generalmente se aprenden por imitación, por una especie de ósmosis social. Por eso es tan importante formarse con los mejores, en los mejores sitios y con los mejores recursos.

Una buena preparación es fundamental para poder obtener resultados creativos, ya que todo el proceso posterior estará asentado sobre esta primera etapa. Sin embargo, un exceso de preparación en un determinado ámbito o una mirada rígida acerca de las maneras de encarar un problema pueden dar lugar a una personalidad poco flexible y con una forma de pensar demasiado convencional.

Si bien nuestras capacidades cognitivas están hasta cierto punto restringidas (o favorecidas) por la genética y nuestras posibilidades de desarrollo profesional están limitadas por el contexto, aún nos queda un cierto margen para desplegar todo nuestro potencial creativo. No podemos cambiar alegremente la genética ni alterar radicalmente el entorno; sin embargo, el esfuerzo y la pasión que decidamos poner en esta etapa de preparación determinarán la amplitud de ese margen, es decir, el espacio de nuestras posibilidades.
[Extracto del libro Creativium. Fotografías de Paula Arbide]
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