En nuestro viaje por los intrincados senderos de la creatividad, llegamos por fin a la más conocida, la más deseada y la más icónica de las etapas del proceso creativo. Tras la extensa fase de Preparación, y tras un largo período de Incubación, llega el momento de la Iluminación.
Ingresamos aquí en una región que puede ser esperanzadora o frustrante. Confiamos en que tal vez surja allí, en nuestro interior, la idea que puede ayudarnos a resolver ese problema al que venimos dándole vueltas desde hace días, meses, años. La idea está allí; tal vez esté allí. Pero no hay mucho que podamos hacer para que aflore a la conciencia; no controlamos casi nada de lo que ocurre en nuestra mente. El paso súbito de la idea del inconsciente a la conciencia, ese momento epifánico en el que de pronto lo comprendemos todo, es a la vez efímero y esquivo.

Paradójicamente, la iluminación es la etapa más célebre del proceso creativo (considerada a veces, erróneamente, como la única) y es a la vez la menos comprendida. La iluminación tan deseada nos llega (si es que llega) en el momento más inesperado y sin que sepamos exactamente cómo. Y ese vacío explicativo, esa (aparente) falta de evidencia entre el planteamiento de un problema y la abrupta irrupción de su solución dificulta tremendamente el estudio de la epifanía y es lo que históricamente ha incrementado el misterio de los procesos creativos y lo que ha contribuido a acrecentar los mitos sobrenaturales acerca de la creatividad. Sin embargo, la psicología y la neurociencia actuales comienzan poco a poco a comprender el fenómeno y a desarrollar estrategias para fomentarlo.

La epifanía, la aparición repentina de esa idea que llevamos tiempo buscando, solo ocurre si previamente hemos hecho un intenso trabajo de preparación y de incubación. Si bien no podemos controlar la manifestación epifánica de una idea, sí podemos prepararnos física y mentalmente para facilitar su surgimiento. Es fundamental estar abiertos a lo inesperado; saber «leer» los sueños y «escuchar» al cuerpo. No pensamos solo con el cerebro. Tanto el cuerpo como el inconsciente y las emociones actúan a modo de importantes catalizadores de la creatividad. No obstante, es muy probable que el azar sea la pieza más importante en cualquier proceso creativo; y esto nos obliga a estar muy atentos, porque como decía Louis Pasteur, «el azar solo favorece a las mentes preparadas».

[Extracto del libro Creativium. Fotografías de Paula Arbide]
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