Imaginaos un programa de estudios que relacionara el cubismo de Picasso con la teoría de la relatividad de Einstein; o el descubrimiento de los cráteres en la Luna con el claroscuro del renacimiento; o la matemática fractal con la literatura; o la magia con las neurociencias; o los retratos de Rembrant con el funcionamiento del cerebro. Parece imposible, ¿verdad? Y sin embargo no son ejemplos inventados; se trata de aspectos de la realidad que están íntimamente relacionados. Nos han enseñado (durante años) que una cosa es el arte o la literatura, y otra cosa (muy distinta) es la ciencia. Durante los últimos dos o tres siglos hemos compartimentado el conocimiento, lo hemos divido en disciplinas… en definitiva, nos hemos especializado. Pero la especialización no es siempre una buena idea.
Tenemos excelentes matemáticos, artistas, escritores, antropólogos, científicos, pensadores… ¿Por qué entonces no enfocarnos, además de en las especialidades, que son necesarias, en la manera en que conectamos y relacionamos ese conocimiento específico? Este nuevo conocimiento interconectado, relacional, no-jerárquico puede proporcionarnos un cambio radical en nuestra comprensión del mundo y en nuestra comprensión de nosotros mismos. Lo importante no son sólo los conocimientos en sí, sino la manera en que esos conocimientos se relacionan e interactúan unos con otros. Es importante que además de saber mucho de matemáticas, de poesía, de biología, de literatura, de historia, de física, seamos capaces de relacionar esos conocimientos de manera apropiada. Hasta hoy sólo hemos generado conocimiento disciplinar y específico; ahora nos toca articular, relacionar esos conocimientos específicos; propiciar un mestizaje transdisciplinar. Lo que nos queda por conocer, por comprender, por descubrir, es radicalmente diferente a todo lo que conocemos hoy. Si somos capaces de aventurarnos en esta “terra incognita” del conocimiento, os puedo asegurar que nos aguardan nuevas y fabulosas sorpresas.
Es muy probable que el próximo cambio de paradigma, la próxima revolución, el próximo… llamémosle Renacimiento, no lo produzca ni el matemático más brillante, ni el mejor escritor, ni siquiera un científico o un humanista excepcional; la próxima transformación radical del conocimiento se va a producir en aquel sitio donde un muy buen matemático colabore con un muy buen escritor o donde un excelente científico y un gran humanista trabajen juntos. Allí es donde se va a producir esa transformación, ese salto cualitativo en el conocimiento. Allí donde el conocimiento se haga transdisciplinar.
Una idea muy arraigada en el imaginario colectivo de nuestra época es la de que la literatura o el arte trabajan a partir de intuiciones (de musas) y que la ciencia trabaja a partir de métodos (y de datos). Existe la creencia de que el método científico es algo así como una inmensa máquina de hacer chorizos, en la que metemos por la parte de arriba los hechos y los datos, le damos a la manivela, y entonces comienzan a salir teorías como chorizos. Nada más lejos de la realidad. El método científico permite verificar hipótesis, pero NO formularlas; la que formula las hipótesis es la intuición. Sin intuición NO hay ciencia. Y sin método NO hay ni arte ni literatura.
El mestizaje transdiscisplinar no es ni una moda ni una curiosidad; se trata de una necesidad. La necesidad de contar con herramientas apropiadas para poder abordar los problemas verdaderamente importantes como el lenguaje, la conciencia, la vida, la sociedad, la economía, el cerebro… Vamos a necesitar para ello exploradores de la frontera, mercaderes de ideas, traficantes de conceptos, intelectuales que se aventuren en un territorio desconocido, en el que no pisarán un suelo firme pero donde encontrarán una tierra fértil con un potencial humano e intelectual desconocido hasta ahora.
¿Os animáis a embarcaros en este viaje?
Este texto es un extracto de la charla «Mestizaje Transdisciplinar. La especialización es para los insectos.» que di en el VII Congreso de Mentes Brillantes en Madrid en Octubre de 2016. Podéis ver la charla completa aquí.
Si te interesa el tema, puedes ver en los siguientes posts cómo las neurociencias pueden encontrar un terreno fértil en el arte, cómo las preferencias estéticas pueden influir en los descubrimientos científicos o cómo la manera en que besamos dice mucho acerca del funcionamiento de nuestro cerebro.
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