Probamos por medio de la lógica,
pero descubrimos por medio de la intuición.
Henri Poincaré
Habitualmente se suelen contraponer (y jerarquizar) el conocimiento elaborado y la intuición ingenua. Y claro, en esta comparación la intuición siempre sale perdiendo. Es como comparar a Einstein con el tonto del barrio; se trata de comparaciones generalmente injustas y tendenciosas. Sólo se puede comparar conocimiento elaborado con intuiciones elaboradas, aquellas que surgen en un contexto rico, estimulante y complejo. Las intuiciones, ya lo sabemos, no vienen de las musas, sino de estar obsesionado con un tema durante días, meses, años y de estar inmerso en un entorno (real o ficticio) suficientemente complejo y estimulante.
Podríamos definir la intuición como el procesamiento inconsciente (y por lo tanto automático, rápido y eficaz) de la información disponible; información a la que muchas veces la razón no accede. En este sentido, si la información es escasa o el contexto es simple y pobre, la intuición resultante también lo será; mientras que si el entorno es más elaborado, también lo serán las intuiciones. De hecho, el conocimiento racional consiste en intuiciones verificadas; constituye un saber consciente (un saber que sabe que sabe). La intuición, en cambio, es un conocimiento que se adquiere de manera inconsciente (es un saber que no sabe que sabe). El método científico, el centinela del conocimiento racional, permite verificar hipótesis pero NO formularlas; la que formula las hipótesis es la intuición; una intuición elaborada. Sin intuición NO hay ciencia.
No estoy de acuerdo en que la dicotomía sea pensamiento racional o intuición. El pensamiento racional tiene siempre en su origen una intuición. La intuición constituye la materia prima del pensamiento y debemos por lo tanto ser capaces de fomentarla promoviendo entornos estimulantes y al mismo tiempo desarrollar el sentido crítico para saber determinar qué intuiciones pueden tener algún potencial y cuales no. Sin sentido crítico, la intuición está ciega; y sin intuición, el pensamiento racional está cojo.
En realidad, como ocurre con muchos otros conceptos aparentemente contrapuestos, la intuición y la racionalidad constituyen dos aspectos de un mismo fenómeno. De hecho se necesitan y se realimentan mutuamente y cada una es causa y consecuencia de la otra en un bucle infinito que se muerde la cola. Hemos mencionado ya que el pensamiento racional permite validar intuiciones; pero ¡cuidado!, éste tampoco es infalible y en ciertas ocasiones es la intuición la que detecta que algo va mal con este tipo de validaciones. No olvidemos que la intuición se basa en información a la que la razón no tiene acceso.
Quizás deberíamos pensar en neologismos que pongan de manifiesto estas relaciones recíprocas entre razón e intuición. “Intuazón” o “Ratuición” podrían ser algunas posibles alternativas. Intuazón suena bien; me gusta. Si los falsos adalides de la razón dejasen de estigmatizar la intuición y los intuicionistas dejasen de temer las razones de la razón, quizás entonces, y sólo entonces, podríamos remotamente aspirar a algo parecido a la sabiduría.
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