Y tú… ¿cómo besas? ¿Por izquierda o por derecha? A la hora de besar en la boca a otra persona, debemos girar la cabeza hacia un lado (todo por culpa de esa narizota que tenemos en medio de la cara). ¿Importa acaso si giramos la cabeza hacia la izquierda o hacia la derecha? Pues no es que importe mucho, pero sí es cierto que el lado hacia el cual giramos la cabeza está diciendo algo sobre el funcionamiento de nuestro cerebro.
La mayor parte de las personas tiene preferencia por utilizar la mano derecha (o la izquierda) para escribir, un pie u otro para jugar al fútbol o uno u otro ojo para observar por un telescopio. Esta característica de utilizar una parte u otra del cuerpo para realizar diversas actividades se denomina lateralización funcional del cerebro y aun no está claro cual es su origen ni cómo se desarrolla. La mayor parte de los estudios se han centrado en estos tres aspectos de la laterización motora (manos o pies) o perceptual (visión) analizando posibles factores genéticos, culturales o ambientales. Sin embargo, existen también otras lateralizaciones menos conocidas (y mucho más interesantes y divertidas) como, por ejemplo, la dirección en que giramos la cabeza a la hora de besar a otras personas. Aunque os parezca increíble, hay gente de lo más extraña que se dedica a investigar este tipo de cosas (incluido el autor de estas líneas).
Onur Güntürkün, biopsicológo de la Universidad de Bochum (Alemania), suele viajar asiduamente para asistir a congresos, seminarios e impartir clases aquí o allá, y ha aprovechado estos viajes (y las respectivas horas de espera) para observar a parejas besándose en lugares públicos (estaciones de tren, aeropuertos, playas y parques) en diversos países. A partir de este estudio observacional (más propio de La ventana indiscreta que de un académico) ha podido determinar que aproximadamente 2/3 de las parejas se besan girando la cabeza hacia la derecha mientras que el tercio restante lo hace girando la cabeza hacia la izquierda. Esta asimetría (lo esperable hubiera sido mitad para cada lado) sugiere que nuestro cerebro tiene cierta preferencia por girar la cabeza más hacia un lado que hacia el otro. Y tú… ¿cómo besas?
Cuando leí en Nature el artículo de Güntürkün quedé inmediatamente fascinado por lo curioso del trabajo y por esa capacidad para buscar una mirada distinta en un acto de lo más cotidiano. El artículo estaba ilustrado con una foto de la escultura El beso de Rodin que disparó en mi cabeza miles de preguntas: ¿qué ocurre con la representación artística del beso? ¿Cómo se ha representado el beso a lo largo de la historia? ¿Coincide la representación del beso con las observaciones en personas reales? Para responder a estas preguntas, decidí hacer un trabajo parecido al de Güntürkün pero espiando a través de una ventana menos indiscreta. Seleccioné 125 imágenes de parejas besándose, pertenecientes a diferentes géneros artísticos, épocas y preferencias sexuales, y para evitar cualquier tipo de sesgo personal en la selección de las imágenes, recurrí al gran inconsciente colectivo de la humanidad: Google. Las imágenes fueron escogidas a partir de una búsqueda en Google Images introduciendo las palabras clave kiss y art. Tras descartar aquellas imágenes que no correspondían a una representación artística y aquellas en las que la orientación de la cabeza no estaba claramente definida, las imágenes seleccionadas se dividieron en dos grupos, de acuerdo con el lado hacia el cual giraban la cabeza las dos personas. Los resultados revelan que la manera en que el beso ha sido representado a lo largo de la historia muestra una correlación asombrosa con las observaciones en personas reales.
Esta correspondencia plantea a su vez nuevos interrogantes: ¿Depende la forma de representar el beso de la época o de la cultura? ¿Qué ocurre cuando no hay modelo? ¿Tienen en este caso los artistas alguna preferencia particular? ¿Somos acaso prisioneros inconscientes de ciertas formas de representación? La representación artística puede constituir un laboratorio de un valor excepcional para las neurociencias. Por otra parte, el estudio del arte ya no puede concebirse sin tener en cuenta los hallazgos de aquellas. El arte y las neurociencias deberán trabajar juntos si pretender avanzar de manera significativa en la comprensión de la creatividad, la representación, la conducta humana, la psicología o el funcionamiento del cerebro. No deja de ser una hermosa metáfora el hecho de que el reencuentro entre Arte y Ciencia se produzca precisamente en… un beso.
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