¿Qué tienen en común los espejos y los agujeros? Que sabemos que están allí porque vemos algo que no debería estar allí. Los espejos y los agujeros son por lo que no son; vemos un agujero (o un espejo) porque aparecen allí cosas que no son agujero (ni espejo). Pero… ¿cómo distinguimos un espejo de un agujero? Lo más seguro sería acercar la mano y ver si podemos atravesarlo o no. Pero… ¿qué pasa si no podemos tocarlo o si se trata de un cuadro o una fotografía? En este caso sólo podemos hacer inferencias a partir de lo que vemos allí donde no deberíamos ver lo que vemos.
Pero los agujeros y los espejos sí presentan notorias diferencias. Por una parte, el agujero no existe independientemente de la cosa agujereada; no podemos llevarnos un agujero de aquí para allá, no podemos guardarlo en el bolso o colgarlo en una pared, cosa que sí podemos hacer con los espejos. En algún sentido los espejos son una especie de agujeros portátiles. Los espejos, sin embargo, están condenados a repetir el mundo; los agujeros, en cambio, nos muestran un mundo distinto.
Existe sin embargo un raro artilugio que no es ni agujero ni espejo pero que a veces se comporta como alguno de estos. Algunos lo llaman caja boba, otros ventana al mundo y otros simplemente televisor. A pesar que la más de las veces la tele funciona como un agujero (un agujero un poco extraño que sólo deja pasar cosas en una sola dirección) a veces se convierte en espejo y nos refleja tal cual somos. Pero lo más peligroso (como siempre) es cuando las cosas se confunden y creemos que está haciendo de espejo cuando es en realidad un agujero (o al revés). En el primer caso caemos en la (peligrosa) ilusión de creer que todo lo del lado de allá es igual que lo del lado de acá. En el segundo caso corremos el riesgo aun mayor de creer que es distinto lo que en realidad es igual a nosotros.
Existen también otros tipos de agujeros, más bien metafóricos pero igual de efectivos, que nos meten de bruces en otro mundo; que nos arrojan al otro lado del espejo para descubrir un mundo que es y no el nuestro. Algunos de estos agujeros se llaman libros, sueños, imaginación, drogas. Los libros, por ejemplo, los buenos libros, son agujeros literales (y literarios) que permiten que los personajes de la historia pasen al otro lado del agujero y se instalen en nuestra memoria; también nosotros podemos pasar al otro lado de un libro-agujero y coexistir con los más diversos personajes y situaciones. Los agujeros, como hemos visto, necesitan de un soporte donde instalarse; sin embargo, este soporte no tiene por qué ser material. Existen agujeros en la realidad, en nuestra personalidad, en nuestra memoria, en la historia, en cualquier parte. Muchas veces los agujeros son sutiles, simples grietas apenas imperceptibles que nos sugieren un paso, un atajo, al otro lado de las cosas. Pero aparece entonces el gran reparador occidental tapando meticulosamente todos y cada uno de los agujeros con una razonable capa de pintura; la muralla, ahora reparada y pintada, luce sus mejores brillos, pero los agujeros y las gritas continúan allí, debajo de la pintura, y un tacto cuidadoso y sensible permite, sin embargo, dar con ellos.
Fotografía Chema Madoz
Preciosamente escrito. Me ha gustado tanto por la idea en sí, como por las referencias implícitas a libros (o eso he creído ver yo), y porque estimula la imaginación en general. Especialmente sugerente la idea de agujeros metafóricos, sobre todo los inmateriales. Quizá algunos de ellos no existan ya a priori y simplemente haya que descubrirlos, sino que sea la propia mentalidad occidental la que haga que surjan, que haga que ciertas personas los creen como vía de escape a problemas nuevos. En otras palabras, dicha mentalidad puede que sea la causante de la aparición de nuevos agujeros no existentes hasta ahora, por mucho que le pese e intente taparlos luego también. En definitiva, lo que quiero decir es que no siempre se trata de destapar el agujero oculto por la pintura, sino que a veces el trabajo es más duro porque después de tanto rascar, resulta que no había agujero y tienes tú mismo que hacerlo. Seguramente ésto se dé en menor medida, pero sinceramente, y a pesar de que he oído muchas veces decir que todo ya fue dicho en el pasado (entiéndase, por los clásicos), sinceramente creo que hay cuestiones propias de la época actual, que nunca pudieron ser objeto de reflexión en el pasado, y cuya «solución» va más allá de buscar grietas ocultas, aunque encontrarlas también ayude, por supuesto. Desde mi punto de vista, van a suponer tener que crear algo nuevo (un agujero nuevo). No sé si me he excedido en mi reflexión y no tiene nada que ver con lo que querías decir, pero es lo que me ha sugerido. Me encantaría que no fueran mis expectativas las que me hayan llevado a hacer esta observación, pero tampoco lo puedo desmentir con certeza 🙂 Un saludo.
Gracias, NJ, por tu comentario. Veo que me leen personas muy atentas. Por «agujeros ocultos» me refiero a las cuestiones que quedan tapadas por los sistemas que cada cultura decide adoptar. En este sentido, los agujeros están allí. De todos modos, creo que lo más importante es que el post te haya hecho reflexionar y plantearte cosas. Seguimos en contacto. Un abrazo, G/
Pingback: ESPEJOS Y AGUJEROS | Esther Zorrozua
que gran escrito
Gracias, Raúl!
Hola, que tal? Es un espejo o un agujero?