Puentes

A veces siento que escribir es como construir puentes; pero no en un sentido metafórico, sino en un sentido mágico. Es como si estuviera sentado al borde de un precipicio; nada por delante excepto caer; y entonces ¿hacia dónde?, ¿cómo?; y no pareciera haber otra manera de avanzar que cayendo; y entonces me pongo de pie, al borde del precipicio; comienzo, temeroso, a dar el primer paso, y poco antes de que el pie llegue a pisar el aire, aparece mágicamente un tablón, un trozo de puente; tanteo con la punta del pie; parece sólido; y entonces me paro allí; primero con un pie y luego con ambos; se siente firme, pero nada más ocurre. Intento de nuevo dar otro paso; y mi pie a punto de caer al abismo se topa nuevamente con otro tablón; y cada línea que escribo dibuja un nuevo tablón y sólo al llegar a éste puedo escribir una nueva línea; y entonces otro trozo de puente, y no saber hacia donde me llevará ese texto. Y entonces continuo escribiendo ese puente, absurdamente convencido de que me llevará a algún sitio; la ansiedad se apodera entonces de mí y escribo sin parar nuevos tablones donde apoyar mis pies que corren cada vez más deprisa saltando de línea en línea construyendo ese puentexto mágico que, ya no cabe duda, me llevará muy lejos. Aun no veo el final, pero promete ser un lugar hermoso, sin abismos. No siempre es fácil; no es correr y hacer tablones; a veces el próximo tablón se hace rogar, pueden pasar horas o incluso días antes de que lo escriba; tanteo a ciegas con un pie mientras el otro permanece firme en la última línea escrita; finalmente aparece, con su forma peculiar (rara vez los tablones se parecen) y puedo continuar escribiendo. Y después de mucho escribir llego por fin al final del puente; el lugar me resulta ligeramente familiar y entonces comprendo que es el lugar de partida; pero yo ya no soy el mismo; otra vez no hay puente por delante.