Epistemología

¿El problema del origen o el origen del problema?

El mundo se nos presenta como un continuo de acontecimientos entrelazados de maneras a veces inexpugnables. No somos capaces de comprenderlo tal como se nos presenta y entonces decidimos compartimentarlo. Pero compartimentar la realidad puede traernos algunos problemas. Y uno de esos problemas puede ser, precisamente, que no lleguemos a comprenderla.

Estamos acostumbrados a establecer una causa o un origen para cada acontecimiento. Esa es la manera de pensar del mono occidental: todo efecto está precedido por una causa. Todo suceso tiene un origen. Y sin embargo es peligroso y engañoso intentar establecer un origen claro y preciso de acontecimientos complejos. ¿Cuándo comienza el Renacimiento? ¿Cuándo surge el modelo atómico? Se trata, por supuesto, de procesos graduales y paulatinos, que se desarrollan aquí y allí, y que tardan a veces siglos en terminar de germinar. Todo suceso suficientemente complejo carece de un origen claro y definible. Además no existe UN origen, sino orígenes. Y esos orígenes extienden sus relaciones en lo más profundo de la historia, en los sitios más recónditos de la geografía e involucran a las más diversas personalidades.

Hemos hablado en un post anterior acerca del origen de la perspectiva y hemos visto que:

Ponerle fecha y nombre a la invención de la perspectiva (o de cualquier otra cosa) no refleja más que el absurdo intento de reducir la compleja gestación de una gran idea a un simple acto de inspiración de una sola persona en un momento dado. Es la cultura del exitismo. Pero lo cierto, es que detrás de toda gran idea [de todo origen] hay siempre una gran historia.

Las cosas, las grandes cosas, empiezan como empieza casi todo: por el medio; luego le buscamos a los acontecimientos un origen y un destino que les den sentido; un sentido; algo que nos tranquilice. La desesperada búsqueda de ese sentido nos obliga entonces a elegir un momento y un lugar y determinar así que allí empieza todo; y entonces le ponemos un nombre: Origen. Preferimos llamarlo origen porque preferimos creer que todo comienza siempre en algún sitio o en algún momento; porque preferimos creer que existe un orden natural; porque preferimos creer que una cosa sigue a la otra y que podemos comprender esa secuencia. Decidimos llamarlo origen porque no podemos evitar proyectar nuestro antropocentrismo en todo. Si nosotros tuvimos un origen, un nacimiento, entonces todo debe tenerlo; como si un nacimiento fuera ciertamente un origen.

No terminamos de asimilar la diferencia entre estado y proceso. Le seguimos dando más importancia al origen y al destino de un acontecimiento que a su evolución. No existe una «única» causa sino una emergencia de un determinado acontecimiento; es la convergencia de una serie de hechos lo que determina un dado acontecimiento. Pero parece que seguimos sin verlo. Quizás haya llegado el momento de pensar de una manera radicalmente nueva; quizás haya llegado el momento de darle valor a los procesos, de concentrarnos en cómo las cosas evolucionan, de no seguir persiguiendo quimeras. A ver si de una vez por todas dejamos de ver la realidad en fotos y disfrutamos de la película.


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Nací en Buenos Aires, Argentina. Me Doctoré en Física en la Universidad de Buenos Aires en 2001. Desde 2008 soy científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y fundador y director del Programa Mestizajes, del Donostia International Physics Center, cuyo propósito es explorar y transitar las fronteras entre Arte, Ciencia y Humanidades. He publicado el libro de relatos "El otro lado", soy co-autor de la obra de teatro "La entrevista / The interview", co-editor de la obra colectiva #Nodos y autor del fotolibro Creativium. Web personal https://cfm.ehu.es/schwartz/

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