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El perro de Pávlov

Iván Petróvich Pávlov (más conocido en su pueblo como Ива́н Петро́вич Па́влов) fue un fisiólogo ruso que, además de obtener el premio Nobel por sus estudios del aparato digestivo y los jugos gástricos, formuló y estudió hacia principios del Siglo XX la ley del reflejo condicionado. En sus estudios con perros, Pávlov llevó a cabo el siguiente experimento: hacía sonar una campana justo antes de darle alimento al animal; tras repetir este proceso de estimulación varias veces, el perro comenzaba a salivar tras escuchar el sonido de la campana, aun sin haber visto la comida. Esto se conoce como respuesta condicionada. Por su parte, el sonido de la campana (podría haber sido también cualquier otra cosa) que inicialmente es un estímulo neutro se convierte en un estímulo condicionado. La repetición sistemática de ambos estímulos (la campana y la comida) refuerza considerablemente la respuesta condicionada del animal.

Si Pávlov hubiera vivido en estos días habría podido experimentar con el homo televidensis. Ese pobre animal, sentado frente a una pantalla que emite luz, observa, inexpresivo, un asesinato llevado a cabo por un negro (o un latino, un judío, un chino, un árabe o el malo de turno). La respuesta natural es clara: bronca, odio, indignación (todos (en general) aborrecemos un crimen, una violación, la tortura). Sin embargo hay allí dos estímulos: el asesinato y el negro (o latino, judío, chino, árabe o el malo de turno). Luego el homo televidensis sale a la calle, se sube al metro o al autobús y entonces ve a un negro (o a un latino, un judío, un chino, un árabe o el malo de turno); la respuesta condicionada no se hace esperar; la bronca, el odio y la indignación brotan naturalmente, sin que medie reflexión alguna, sin que el otro haya hecho absolutamente nada; el homo televidensis ha sido bien entrenado.

A Pávlov le bastaba repetir una docena de veces la aparición sucesiva de ambos estímulos para producir en el perro la respuesta condicionada. ¿Qué no podrá lograr la televisión a un promedio de cuatro horas diarias por homo televidensis? ¿Qué no pudo lograr la doctrina de la Iglesia Católica en dos mil años? ¿Qué no la cosmovisión aristotélica en veinticinco siglos? ¿Somos acaso el reflejo condicionado de siglos y siglos de cultura occidental? ¿Dejaremos algún día de ser como el perro de Pávlov? ¿Puede acaso el mono occidental ser algo más que un mono occidental?


 

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