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Esa pequeña rendija entre la biología y la cultura

Burlando (de a ratos) el determinismo genético y los condicionamientos sociales

¿Somos producto de la naturaleza o de la cultura? Esta cuestión, que ha generado no pocos debates, quizás no tenga que ver ni con la naturaleza ni con la cultura; sino con el «o». Las anteojeras del pensamiento dualista (bueno o malo, éxito o fracaso, errar o acertar) que nos han acompañado durante siglos comienzan ahora a resquebrajarse y podemos entonces pensar este dilema en términos de «y»: naturaleza y cultura. Veamos un ejemplo.

El ADN humano contiene las instrucciones genéticas para «generar» una persona. Estas instrucciones están codificadas en genes, cada uno de los cuales consiste en una secuencia de tres letras correspondientes a las cuatro bases nitrogenadas (A, T, C, G) que forman el ADN: Adenina, Timina, Citocina y Guanina. En total, el ADN humano consta de unos 3200 millones de «letras» (bases). En algunos casos, si durante la reproducción alguna letra cambia por otra (lo que se conoce como una mutación) no se observan cambios o alteraciones en la descendencia. En muchos otros casos, esos cambios se traducirán en que la «nueva» persona tenga el pelo más rizado o más oscuro o más pecas. Sin embargo, algunas mutaciones tienen efectos catastróficos y ponen de manifiesto de una manera brutal que somos máquinas biológicas subordinadas a los caprichos de los genes. La mutación de Huntington es un atroz recordatorio de cuan determinista puede ser la genética. 

En lo más profundo del cromosoma 4 reside un gen que contiene una única «palabra» CAG que se repite algunas veces. Normalmente se repite hasta seis veces, en otros casos hasta treinta y a veces más de cien. Como señala Matt Ridley en su libro Genoma, «tu destino, tu cordura y tu vida penden del hilo de esta repetición». Si la dichosa palabreja se repite más de treinta y ocho veces, en algún momento de tu vida comenzarás a experimentar alteraciones psíquicas y motoras que se irán acentuando lentamente; se te hará cada vez más difícil hablar y recordar; padecerás una disminución importante de tus capacidades cognitivas y te invadirá una fuerte depresión y posiblemente un deseo de suicidio. Además, cuanto más larga sea la secuencia CAG antes comenzarán los síntomas y morirás a una edad más temprana. Si tienes la mutación de Huntington, la cuenta atrás ya se ha puesto en marcha. Existen mil millones de palabras en el ADN humano, pero basta con que una de esas palabras se repita más de la cuenta para que tu vida y la de los que te rodean se conviertan en un suplicio. 

Y sin embargo, no todo depende de los genes. Los estudios de gemelos idénticos han aportado mucha luz acerca de qué regulan los genes y de qué no. Los gemelos idénticos tienen exactamente el mismo ADN; no obstante, en ocasiones, tienen aptitudes, personalidades y comportamientos completamente diferentes. Esto demuestra que el azar y la cultura, entendida como el entorno en el que nos desarrollamos, van modelando personas únicas con características propias. Sin embargo, si bien la cultura nos permite (de a ratos) escapar de la dictadura de los genes, nos introduce a su vez en otra cárcel en la que las restricciones sociales (el imaginario colectivo) determinan nuestras posibilidades.

Somos esclavos de la biología y prisioneros de la cultura; todo lo que podemos hacer / todo lo que podemos pensar / todo lo que podemos sentir / todo en lo que podemos creer está de alguna manera condicionado por los genes, en un extremo, y por el imaginario colectivo, en el otro. Y sin embargo, son esas mismas limitaciones las que nos permiten ensanchar ese espacio en el que podemos hacer,  pensar, sentir o creer; burlando por momentos el determinismo genético y los condicionamientos sociales. Restringir para posibilitar. Las meninas, la ley de gravitación universal, Hamlet, la teoría general de la relatividad, Rayuela, el segundo principio de la termodinámica, Les demoiselles d’Avignon, el principio de incertidumbre o El aleph constituyen tan solo una muestra de todo lo que cabe en esa pequeña rendija entre la biología y la cultura.

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