Imaginemos la sorpresa, el interés y la curiosidad que tendríamos si recibiésemos de los habitantes de las cuevas de Lascaux, o de Altamira o del Gualicho, además de sus pinturas rupestres, mensajes individuales que nos contaran sus hábitos, modo de vida, angustias, aspiraciones profundas. Imaginemos lo que podrían explicarnos de sus relaciones con los otros miembros de su tribu, las divisiones del territorio, las luchas por abrigo y alimento, las alianzas y las guerras. Imaginemos que tuviéramos la respuesta a la pregunta de por qué sentían la necesidad o la obligación de representar las escenas que nos han llegado hasta nuestros días. ¿Y quiénes eran los que las hacían? ¿Sacerdotes? ¿Artistas? ¿Cumplían alguna función ritual? ¿Pedagógica? ¿Estética? Imaginemos aún que nos hubieran enviado la riqueza de su vocabulario. Imaginemos que nos hubieran explicado lo que significaba para ellos amar y cómo lo manifestaban. Imaginemos todavía que nos hubieran explicado las normas de sus sociedades, los objetivos de su vida, su relación con la naturaleza, sus miedos, sus ilusiones. Qué distinta sería entonces nuestra visión de la historia y, por lo tanto, nuestra visión de nosotros mismos. Cuán enriquecedor sería para nosotros conocer los pensamientos de quienes nos han precedido en el camino de la vida, sin tener que limitarnos sólo a la palabra de unos pocos informadores que voluntaria o involuntariamente nos cuentan su recortada visión de los hechos. ¿Qué no daría un antropólogo por tener una charla de una hora con un homo neanderthalensis o un homo sapiens, en lugar de devanarse los sesos tratando de entender qué función podían cumplir esos extraños objetos esparcidos en el piso de su morada?
En parte para ahorrarles dolores de cabeza a los antropólogos del futuro, Jean-Marc Philippe concibió en 1994 el proyecto KEO. Un satélite que será lanzado al espacio (previsiblemente) en torno a 2014-15 y que regresará a la Tierra dentro de 50000 años para entregar a nuestros lejanos descendientes todos los mensajes que cada persona en la Tierra desee transmitir a las generaciones futuras. Pocas veces un proyecto logró fusionar tantas ramas del conocimiento, del arte, de la historia. Los distintos enfoques interdisciplinarios que plantea el proyecto KEO son particularmente interesantes. Nos permiten entender el mundo de hoy, reflexionar sobre las sociedades humanas, repensar el lugar del ser humano, responsabilizarnos en nuestro rol de antepasados de nuestros lejanos bisnietos, y comprender que el arte, la belleza y la poesía pueden tener su sitio al lado de las ciencias, las tecnologías y los debates sobre la sociedad. El proyecto no sólo propone reflexionar acerca de cuestiones de orden cultural, científico, técnico y artístico, sino que también despierta sentimientos, interrogantes, dudas, temores y esperanzas. Jean-Marc Philippe, científico y artista francés, nos desplaza del papel de espectadores para pasar a ser parte integrante de la obra.
Dentro de unos cincuenta mil años un gran resplandor en el cielo, semejante a una aurora boreal, indicará el regreso a la Tierra de KEO. Bajo el efecto del calentamiento y de la combustión de su escudo térmico cuando atraviese las capas densas de la atmósfera, KEO desprenderá una fuerte ionización que anunciará su regreso. ¿Habrá alguien allí para recibirlo? ¿Podrán leer los mensajes? ¿Se verán reflejados en nosotros? ¿Habremos ya aprendido algo?
Un nombre pluralista
El proyecto necesitaba un nombre que reflejara su espíritu: un proyecto para compartir y dialogar entre todos los habitantes del planeta. El nombre KEO procede de la sucesión de los tres fonemas más utilizados dentro de los cien idiomas más hablados hoy en día en la Tierra. Así este nombre puede ser pronunciado por todas las gargantas humanas como símbolo de unión entre las personas. Más aún, no hace referencia a ninguna mitología particular, prueba de su neutralidad y de su universalidad. Curiosamente, o quizás no tanto, KEO es un anagrama de EKO; y es que precisamente este proyecto pretende eso, ser un EKO de nuestra propia voz y poder vernos a nosotros mismos desde una perspectiva más lejana. Nosotros somos los emisores y destinatarios de esos mensajes cuyo EKO nos invitará a vernos de una manera diferente.
La historia (no siempre) la escriben los que ganan
Hasta el presente sólo los poderosos o los (auto) «elegidos» (faraones, ricos comerciantes, generales (sólo los vencedores), juristas, sacerdotes, poetas, artistas) nos han legado los frutos de su pensamiento. Imaginemos pues que pudiéramos recoger el testimonio de los 100.000 hombres que, según Heródoto, construyeron la Gran Pirámide, o de los soldados rasos que constituían las hordas de Gengis Khan, o de los nativos americanos antes de ser colonizados. Nuestra mirada sobre la historia sería sin duda diferente. Si hasta ahora la historia la han escrito los que ganan, ésta es una gran oportunidad para todos de escribir nuestra propia historia, la de la gente común, con sus miedos, ilusiones, deseos, frustraciones, esperanzas, temores, odios y amores. Si bien KEO incluirá una versión pluralista de la historia “oficial”, la idea de escribir nuestra propia versión de los hechos es más que interesante. Cada persona de la Tierra, sin ninguna restricción de raza, credo, sexo, condición social, económica o ideológica, dispone de cuatro páginas para expresar, sin ningún tipo de censura, su mensaje al futuro. Si cada uno de nosotros contribuye con sus cuatro páginas tendríamos una versión “no-oficial” de la historia de unos 24000 millones de páginas, que traducido en libros de 600 páginas representa unos 40 millones de volúmenes. Una radiografía nada despreciable de este comienzo de milenio.
En el próximo post, la segunda y última parte del Proyecto KEO con todos los detalles técnicos, artísticos y humanísticos.
En estos días estoy leyendo un ensayo un poco inclasificable que trata sobre el origen de la tierra y el proceso de humanización de unos animales… me tiene atrapada. No sé si la coincidencia ayuda, pero el caso es que me parece muy emocionante el proyecto. Me imagino unos humanos en 50000 años intentando aprender de esos antepasados, a saber con qué tecnología pero con el insumo básico común a todos, eso que nos hace humanos. Si en el tiempo hubiesen conseguido liberarse de las miserias que implica la humanización…
¿De qué ensayo se trata?
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