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Apología de la mentira

Por lo general la mentira suele asociarse con actitudes mezquinas, y la experiencia nos muestra que hay en esto una buena cuota de verdad. Hablar bien de la mentira, o más aun hacer una apología, puede parecer algo obsceno y hasta casi grotesco. Pero la mentira no es sólo una cuestión moral; la mentira tiene aspectos que exceden lo moral y es allí donde aparece su verdadero poder transformador. Es entonces cuando ciertas cuestiones acerca de la mentira adquieren otro sentido. ¿La mentira es lo opuesto a la verdad? ¿Podemos construir verdades basadas en mentiras? ¿Puede la mentira ayudarnos a comprender el mundo? Analizaremos aquí diversos aspectos de la mentira y veremos que en determinados contextos no sólo no es mala sino que es deseable y hasta necesaria.

La mentira tiene una cara moral, ética, que todos conocemos y con la que nos topamos a diario; y otra extramoral mucho menos conocida y sumamente poderosa. El macabro uso que se ha hecho de la mentira desde el punto de vista moral, especialmente en política, ha eclipsado los aspectos constructivos de la mentira. En el sentido extramoral la mentira fue y es el gran motor del cambio, nada podría cambiar o ser creado sin ese poder transformador de la mentira. Mentir es inventar, imaginar, fingir, actuar; mentir es crear, y en este sentido el mentiroso es un creativo; mentir requiere un esfuerzo, es mucho más simple contar la verdad; mentir requiere, además, mucha imaginación. Mentimos para zafar de una situación, mentimos para no asumir responsabilidades, mentimos para obtener algún beneficio o para perjudicar a otro. Pero también miente el actor, el novelista, el científico, el religioso o el poeta. La mentira es un instrumento increíblemente eficaz y versátil y presenta varias aristas que no siempre son exploradas. Nos interesa aquí analizar esos aspectos de la mentira, aquellos que se asocian con la imaginación, la creación, la posibilidad, la libertad; en definitiva, con los aspectos positivos de la mentira que son mucho más profundos y poderosos que los aspectos morales.

Estructura y función de la mentira. No debemos confundir el error con la mentira. El primero es involuntario; la mentira, en cambio, implica intencionalidad. Esto es lo que hace prácticamente imposible probar que alguien ha mentido; podemos probar que no ha dicho la verdad, pero no que ha mentido; esto es algo que sólo el mentiroso puede admitir (e incluso podría estar mintiendo al afirmar que ha mentido). Contrariamente a lo que la mayoría de la gente cree, lo opuesto a la mentira no es la verdad (ni tampoco la realidad) sino la veracidad, o en todo caso lo que pienso (aun cuando esto sea falso). Supongamos que estoy absolutamente convencido que Colón llegó a América en 1392; entonces, cuando sostengo esta posición, aunque sea falsa, no estoy mintiendo porque digo lo que pienso. Pero si en cambio digo que Colón llegó a América en 1492 (cuando sigo convencido que fue en 1392), entonces estoy mintiendo aunque lo que diga sea verdad. La mentira consiste en alterar deliberadamente lo que creo o pienso con un propósito determinado. Puedo perfectamente proponer un enunciado falso porque creo en él, y por lo tanto con la sincera intención de decir la verdad; es decir que no necesariamente miento al decir algo falso. En cambio puedo decir algo verdadero con la clara intención de engañar o confundir al otro.

La mentira como origen de todo. La mentira consiste entonces en utilizar la imaginación para alterar deliberadamente lo que yo creo que es la realidad. Y esto es precisamente lo que permite el cambio y la transformación; la mentira transforma la realidad (o lo que yo creo que ésta es) con un propósito determinado. Es en este sentido en el que podemos afirmar que la mentira es el origen de todo. El símbolo, origen del lenguaje y elemento básico del pensamiento abstracto, es una mentira; pero una mentira socialmente aceptada, una mentira en la que todos nos ponemos de acuerdo. Convenimos en llamar “oso” a esa cosa peluda, de cuatro patas, que come pescado y gruñe espantosamente. Pero todos sabemos que la palabra “oso” (o su sonido) no se parecen en nada al oso; la única manera “realista” de hablar de un oso sería tener uno cerca cada vez que queramos referirnos a él y, eventualmente, señalarlo. El símbolo nos permite alejarnos de la realidad, hablar del oso aunque éste no esté presente. El símbolo es una mentira que nos permite referirnos a la realidad. No sabemos aun cómo surgió el lenguaje, pero podemos hacer alguna hipótesis al respecto. El homo mentirocutecus, ubicado cronológicamente entre el homo rhodensis y el homo sapiens sapiens, logró, haciendo uso de su imaginación, asociar un símbolo (un sonido, un dibujo, una marca) con un fragmento de su realidad que en nada se le parece. Fue el primer gran mentiroso. Podemos imaginar al homo mentirocutecus gritando “udtcha” al divisar un león que se acercaba peligrosamente. Sus compañeros escucharon el “udtcha”, vieron al animal y entendieron de qué se trataba; todos estuvieron de acuerdo en que aquella mentira (el símbolo) correspondía a una “realidad” (el león). Tal fue el acuerdo que a partir de entonces si alguien gritaba “udtcha” un temor espantoso se apoderaba del grupo y mientras algunos corrían a refugiarse otros buscaban sus lanzas para enfrentar al león. Lo curioso, era que nadie había visto, escuchado u olido al león, sólo habían oído el símbolo (la mentira). Aquella mentira socialmente aceptada se había convertido en una verdad mucho más poderosa que el león mismo; ahora podían hacerse bromas (alertar sobre un león que no existe), hablar del león en ausencia de éste, planificar su caza, asociarlo con algún demonio o maleficio, utilizarlo como ofrenda (te daré tres leones) o como amenaza (te echaré a los leones). La aparición del manejo simbólico en el hombre permitió el desarrollo del lenguaje, y éste a su vez impulsó la formación de conceptos abstractos imposibles de aprehender mediante la percepción sensorial. La belleza, el futuro, la amistad, la justicia, el deseo, son conceptos asociados al lenguaje. El desarrollo del lenguaje hizo posible la aparición del mito, la religión, la ciencia y el arte. Como señala Savater en Las preguntas de la vida, “Las selvas humanas por las que vagamos están hechas de símbolos”; es decir de mentiras. Quizás el principal valor de la mentira es que nos permite construir verdades, que se convierten en tales cuando logramos olvidar que fueron mentiras.

La próxima semana hablaremos de la mentira en el arte y la ciencia y de esa ficción llamada realidad.


6 comments on “Apología de la mentira

  1. La mentira, al igual que la verdad no existen. Puede que tenga un pensamiento demasiado relativo pero, nada es falso ni cierto, como decía Calderón de la Barca, todo depende del cristal con que lo miremos. Era cierto hace tiempo que la tierra era el centro del universo… Ahora es el sol, ¿mañana? Te dejo el enlace de mi blog por si te apetece echarle un vistazo: http://elvolumendelaarmonia.wordpress.com/ ¡Un saludo!

  2. La palabra y sus simbolos llevan en si su prístina conta-dicción. ¿Es tal el origen de la mentira?. A propósito de la palabra (mentira; quizás solo me gustó) va este fragmento de «Yo el Supremo» de Augusto Roa Bastos. Saludos y gracias.
    «Quiero que en las palabras que escribes haya algo que me pertenezca. No te estoy dictando un cuenticulario de nimiedades. Historias de entretén-y-miento. No estoy dictándote uno de esos novelones en que el escritor presume el carácter sagrado de la literatura. Falsos sacerdotes de la letra escrita hacen de sus obras ceremonias letradas. En ellas, los personajes fantasean con la realidad o fantasean con el lenguaje. Aparentemente celebran el oficio revestitdos de suprema autoridad, mas turbándose ante las figuras salidas de sus manos que creen crear. De donde el oficio se torna vicio. Quien pretende relatar su vida se pierde en lo inmediato. Únicamente se puede hablar de otro. El Yo sólo se manifiesta a través del Él. Yo no me hablo a mí. Me escucho a través de Él……. Con los mismos órganos los hombres hablan y los animales no hablan. ¿Te parece esto razonable? No es, pues, el lenguaje hablado el que diferencia al hombre del animal, sino la posibilidad e fabricarse un lenguaje a la medida de sus necesidades. ¿Podrías inventar un lenguaje en el que el signo sea idéntico al objeto? Inclusive los más abstractos e indeterminados. El infinito. Un perfume. Un sueño. Lo Absoluto. ¿Podrías lograr que todo esto se transmita a la velocidad de la luz? No; no puedes. No podemos…»

  3. Soy una convencida de que no es bueno mentir; pero muchas de las cosas que algunos consideran una mentira, no lo son. Por ejemplo, si la maestra pregunta en la escuela quién pegó un chicle a su silla y una nena dice «fue él» mientras apunta a un colega, éso es verdad; pero la maestra no merece la verdad, porque así sólo se crean delatores. Es decir, que no tiene derecho a la verdad. Rohnheimer, un filósofo suizo dijo que la mentira es ilícita en un contexto comunicativo; esto es, cuando la situación objetiva pida la verdad: porque si en ese caso no lo hago, estoy engañando. Saludos, me encanta tu blog!

  4. Pingback: El poder transformador de la mentira – Arte, Literatura y Ciencia

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