Pedimos ayuda a los dioses, a los diablos y a las estrellas del cielo. A los caracoles, nadie pide.
Pero gracias a los caracoles no mueren ahogados los indios shipibos, cada vez que el río Ucayali se pone de mal humor y sus aguas alborotadas invaden la tierra y atropellan cuanta cosa encuentran.
Los caracoles avisan. Antes de cada calamidad, dejan sus huevos pegados a los troncos de los árboles, bastante arriba de la altura adonde llegará la creciente. Y jamás se equivocan en el cálculo.
[Caracoles – Bocas del Tiempo – Eduardo Galeano]
¡Cuánto que nos queda aun por aprender! La naturaleza nos lleva unos cuatro mil millones de años de ventaja.
Muy interesante