¿Quién decide o debería decidir nuestra educación? En una época fue la iglesia, en otra época los padres y ahora… el mercado! Sí, el Proceso de Bolonia ha mercantilizado la educación pública universitaria al servicio de las empresas y del sector privado en general. La Universidad ha dejado de ser el lugar donde se genera conocimiento para convertirse en una cadena de montaje de vulgares «profesionales» que tal vez logren un puesto de trabajo acorde a las exigencias del mercado. Se trata, sin dudas, de una educación a la carta, pero… el menú lo siguen eligiendo otros.
¿Es posible otro tipo de educación? ¿Podremos algún día elegir nosotros qué estudiar? La modernidad ha parcelado el conocimiento en disciplinas y esto se refleja en la estructura actual de las Universidades, divididas en Facultades y Departamentos. Pero la realidad es mucho más rica y compleja y no admite tales divisiones. Muchos de los problemas importantes que se nos presentan hoy día, no admiten un tratamiento disciplinar y requieren, en cambio, una visión y un abordaje transdisciplinar. Por otra parte, la innovación se ve drásticamente ralentizada por la imposibilidad de realizar estudios no convencionales. ¿Qué hacer entonces? ¿Puede ser Bolonia la solución?
Propongo una educación a la carta, pero en la que el menú lo elijan los estudiantes. Propongo además tres menús: Menú Ejecutivo, para los que todavía crean en Bolonia (casi que sería más apropiado llamarle Menú a la Boloñesa); Menú Tradicional, para los que prefieran ir a lo seguro y estudiar una carrera de las de siempre (medicina, arquitectura, derecho, ciencias); y Menú a la Carta, para los arriesgados, los emprendedores y los que realmente tengan ganas de hacer cosas nuevas. ¿Pero cómo elegir una carrera a la carta? ¿Qué significa eso?
La idea consiste en que para obtener una titulación cada estudiante debe acumular una cierta cantidad de créditos. Los créditos podrán obtenerse cursando asignaturas de cualquier facultad de una dada Universidad. Por supuesto que tendrán que respetarse las correlatividades y los créditos deberán distribuirse proporcionalmente (es decir, si una carrera tiene cuatro años, un 25% de los créditos deberán corresponder a asignaturas de primer año (de cualquier facultad) y así con cada año). De este modo, si algún(a) aventurero(a) decide estudiar, por ejemplo, Economía BioInformática, podrá cursar las asignaturas que considere necesarias en las facultades de Economía, Ciencias (Biológicas) e Informática. Si la licenciatura en Economía BioInformática tiene algún futuro laboral, correrá por cuenta y riesgo de cada estudiante. Para los que tengan dudas o no tengan claro qué hacer, podrían disponer de tutores que les ayudaran a confeccionar planes de estudios apropiados a sus vocaciones.
Una particularidad de esta utópica propuesta es que es inclusiva; pretende sumar opciones y no restar. A todo lo que ya existe (carreras tradicionales, Bolonia, etc.) podría agregarse como una opción más la posibilidad de montarse (por cuenta y riesgo propios) una carrera alternativa para cubrir vacancias en determinados ámbitos del conocimiento o para arriesgarse a emprendimientos completamente innovadores. Podrían surgir así carreras impensables, tales como: SocioMatemáticas, Lingüística del Derecho, Economía Médica, Física del Pensamiento, etc. Todo esto puede parecer una utopía, una completa locura, pero la realidad es que el mundo anglosajón (léase USA, UK) ya está haciendo cosas de este estilo. En algunas universidades (tradicionales) los estudiantes están obligados a cursar una cierta cantidad de asignaturas de otra facultad que no sea en la que están haciendo la carrera. Esto no sólo le da a los estudiantes una cultura más amplia sino que les abre la cabeza a nuevas ideas. ¿Cuánto más vamos a esperar para tener una educación de vanguardia? ¿Quién se anima a dar el primer paso?
En España, al menos con el plan anterior a Bolonia, teníamos créditos de libre elección que te permitían cursar asignaturas de otras facultades (sin pasarse. De física no podíamos ir a filología, por ejemplo).
Tu modelo me hubiera ahorrado algún que otro quebradero de cabeza. Siempre dudé entre filosofía, física y políticas. Y aún no he resuelto la duda…
saludos
Si hubieras podido estudiar Ciencias Políticas con conocimientos de Filosofía/Filología y además Física, habría sido el ideal de C.P. Snow. Seguro que él te habría propuesto como Primer Ministro del Reino Unido. Imagínate si nuestros queridos diputados supieran aunque sea la décima parte de todo esto…