Todos conocemos la historia de Dr. Jekyll y Mr. Hyde; ya sea que la hayamos leído, nos la hayan contado o la hayamos oído al pasar en un ascensor o en el metro. La historia va de un abogado llamado Gabriel John Utterson que investiga unos extraños sucesos que involucran a su viejo amigo el Dr. Henry Jekyll y a un misántropo llamado Edward Hyde. En un momento de la historia, Hyde asesina a un parlamentario inglés y Utterson colabora en la investigación del crimen. Al mismo tiempo, Jekyll se retrae cada vez más y se vuelve más solitario y melancólico. Utterson llega incluso a pensar que Jekyll está encubriendo a Hyde. No es sino hasta bien avanzada la historia, cuando Utterson encuentra muerto a Hyde dentro del laboratorio de Jekyll, y luego de leer unas cartas de un amigo suyo describiendo la transformación física de Jekyll en Hyde, que el lector se entera de que ambos eran la misma persona. En la Londres victoriana de finales del Siglo XIX la sociedad estaba claramente polarizada; se trataba de una sociedad dualista donde las personas eran respetables o rastreras. Para los primeros lectores del libro de Stevenson resultaba inconcebible que un hombre respetable como el Dr. Jekyll pudiera tener un costado tan oscuro como el que mostraba Mr. Hyde. La gran mayoría del público lector de aquella época, cómodamente instalado bajo la corrección moral y las categorías sociales, no sospecharon en absoluto (hasta que el caso se resolvía) que el Dr. Jekyll y Mr. Hyde eran la misma persona.
El libro de Stevenson plantea un tema central en la cultura occidental: la validez (o no) del dualismo, de un pensamiento binario, para explicar la conducta humana. Esa idea de que podemos establecer categorías bien definidas y acotadas para describir algo tan complejo como nuestro propio comportamiento. El Dr. Jekyll, apela al método científico (una pócima de su propia creación) para separar su parte “mala” de su parte “buena”. De más está decir que lo “bueno” o lo “malo” estaba determinado por los valores de la sociedad victoriana. De esta manera el Dr. Jekyll elude la necesidad de resolver la tensión interna entre lo “bueno” y lo “malo” y polariza o desdobla su propia personalidad. Como resultado de esta tensión no resuelta, Jekyll proyecta todo lo malo en los otros, convirtiendo a Hyde (en términos modernos, su propio inconsciente reprimido) en un misántropo.
Hay dos aspectos relevantes en el relato de Stevenson. Por un lado éste se anticipa en dos décadas a las ideas que Freud desarrollaría hacia finales del Siglo XIX acerca del funcionamiento de la psique. Lo más probable es que esas ideas estuvieran ya “flotando” en el ambiente y que cada uno (Stevenson y Freud) las canalizara por la vía que considerara más apropiada. En algún sentido, el libro de Stevenson y las teorías de Freud son dos representaciones distintas de un mismo hecho, la conducta humana. Definitivamente, algo estaba cambiando en la manera de mirarnos a nosotros mismos y estos dos hombres lo vieron y lo plasmaron desde sus respectivos puntos de vista. El segundo tema importante está relacionado con aspectos más profundos de la cultura occidental. Esa tendencia a dividir el mundo en categorías en lugar de aprender a convivir con las tensiones internas. De este modo el pensamiento dualista separa lo bueno de lo malo (como si las personas, las actitudes, las intenciones, fueran buenas o malas) y establece una jerarquía en la cual uno de los términos adquiere, de manera artificial, más valor que el otro. Determina así una identidad que anula las diferencias y fija un centro de manera que uno de los términos queda determinado por lo que el otro no es. Pero lo más interesante del relato de Stevenson es que muestra el fracaso estrepitoso que resulta de este planteo. Ya hemos visto (ya veremos) que barrer debajo de la alfombra, que arrojar cosas al desván del inconsciente, puede resultar a la larga bastante autodestructivo. ¿Hasta cuándo seguiremos viendo la realidad en blanco y negro? ¿Cuándo aprenderemos que los sistemas complejos no admiten una categorización clásica y estática? ¿Dejaremos algún día de ser una sociedad dualista?
El pensamiento dualista lo arrastramos desde la Antigua Grecia, donde humanos y divinidades ya jugaban un doble papel. Son cuestiones culturales que difícilmente pueden ser erradicadas, ya que llevamos siglos fundamentándonos y remitiendo a los filósofos clásicos como punto de partida para cualquiera de nuestros estudios en la contemporaneidad.
Las relaciones -de todo tipo- entre pupilo y maestro, eran considerados actos naturales, un medio más para la educación y compenetración entre ambos.
La religión del medievo desvirtuó este comportamiento hasta tildarlo de aberración, concepto que ha llegado hasta hoy día, clasificándolo como enfermedad. Lo mismo hicieron con la homosexualidad, aunque, y muy poco a poco, hemos ido desvinculándonos de este error involutivo, pese a quedar mucho por hacer al respecto.
Con esto no quiero defender la pedofilia, sólo exponer con ejemplos ese dualismo innato en el individuo. Y lo vemos, sobre todo, en la moral. La iglesia (se supone) castiga y amenaza al pecador con la bajada a los infiernos si nos saltamos a la torera las Leyes de Moisés, sin embargo, dentro de esta Institución, siguen surgiendo casos de abusos a menores prácticamente a diario.
Somos y seremos Jekyll y Mr. Hyde hasta el final de los días.
Saludos!
Es cierto que el pensamiento dualista es inherente al mono occidental; pero también existen otras formas de pensamiento, como el oriental, que no son dualistas. Por otra parte, también hemos creído durante siglos que la Luna, el Sol y el resto de los planetas orbitaban la Tierra y hoy ya no pensamos eso. No creo que las maneras de pensar no puedan cambiarse… pero eso sí, va a llevar unos cuantos siglos. Un abrazo, G/