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La ciencia avanza funeral tras funeral

Acerca de la dificultad que tenemos para aceptar nuevas ideas.

Solemos creer que la ciencia avanza a través de discusiones racionales; que científicos y científicas se sientan a una mesa y debaten las nuevas ideas con mente fría y calculadora; solemos creer que las personas renuncian a sus ideas si les muestran que están equivocadas o que abrazarán las nuevas teorías simplemente porque son mejores (aunque echen por tierra las ideas propias). Sin embargo, solemos olvidar que la ciencia es una empresa humana llevada a cabo por personas que sienten y que se emocionan, que desean y que envidian, que a pesar de ser creativas pueden ser también tercas y conservadoras. El mundo científico, por más racional que pueda parecer (sobre todo desde fuera) no escapa a las miserias y grandezas de cualquier otra empresa humana importante.

En 1933 la revista Nature rechazaba el artículo de un tal Enrico Fermi por «contener especulaciones demasiado alejadas de la realidad física como para ser del interés de los lectores». Cinco años más tarde, el mismo Fermi recibía el Premio Nobel de Física por sus contribuciones al descubrimiento de una de las fuerzas fundamentales de la naturaleza. Aquel artículo contenía el fundamento de sus aportaciones. La lista de artículos científicos desestimados que luego han tenido una relevancia extraordinaria es más larga de lo que uno podría imaginar. Algunos han acumulado incluso más de veinte rechazos. Esto no significa que cualquier artículo con muchos rechazos vaya a convertirse en un éxito rotundo, pero sí da una clara idea acerca de la dificultad que tenemos para aceptar nuevas ideas que cuestionan el paradigma dominante. No se trata de un fenómeno nuevo ni tampoco depende de la capacidad intelectual de las personas involucradas. Einstein lamentaba que ninguno de sus referentes (Lorentz y Poincaré) supieran ver la relevancia de sus trabajos. Planck, en cambio, vio enseguida la relevancia de la relatividad, pero rechazó inicialmente la hipótesis de los cuantos de luz (fotones). Unos años más tarde, en la Conferencia Solvay de 1911, Einstein logró convencer a Planck respecto de este trabajo. Sin embargo, el desencuentro entre Planck y Einstein luego se invertiría; a pesar de haber contribuido al surgimiento de la física cuántica, Einstein nunca acabaría de aceptarla. Ni siquiera cuando en 1907 Hermann Minkowski propuso un marco de referencia no-euclideano en el que la teoría de la relatividad podía entenderse mejor fue Einstein capaz de reconocer la aportación que Minkowski estaba haciendo a su propia teoría. No importa cuán razonable sea una idea o cuánta evidencia haya a su favor: tenemos una tendencia innata a resistirnos al cambio, sobre todo cuando nuestras propias creencias se ven amenazadas. Tomas Kuhn sostenía que las nuevas teorías acaban imponiéndose no porque sus detractores cambien de opinión, sino porque éstos se van muriendo. Max Planck fue un poco más directo y dijo que «la ciencia avanza funeral tras funeral».

(Este texto es un extracto del libro Creativium. Una mirada creativa de la ciencia. Una mirada científica de la creatividad. – Fotografías de Paula Arbide)

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