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Hermafroditismo lingüístico

Cuando lo que te define no es la identidad sino la pluralidad.

Suele ocurrir que a veces un desconocido te hace la pregunta correcta, la pregunta que te puede ayudar a conocerte un poco mejor. En una ocasión estaba en un curso de microscopía en Estados Unidos y una chica me preguntó en qué idioma tomaba las notas en mi cuarderno de apuntes. I don’t know! Fue mi primera reacción. Realmente no lo sabía; tuve que pensarlo un rato, revisar mis notas y entonces me dí cuenta de que tomaba notas tanto en inglés como en castellano dependiendo de cómo se fueran dando las ideas. Si tenía que apuntar algo que decía la persona que estaba exponiendo, lo hacía en inglés; si se trataba de una idea que se me ocurría a mí, ya sea a partir de lo que estaba oyendo o por cualquier otro motivo, entonces lo hacía en castellano. Incluso a veces mezclaba ambos idiomas en la misma oración. Es muy curioso, porque es como si tu «cuerpo» decidiera por ti en qué idioma tomar apuntes. Algo parecido me suele ocurrir si mezclo lecturas simultáneas en ambos idiomas: no sabría decir en qué idioma leí un artículo u otro.

Pero lo peor de todo es que me ocurre algo similar incluso cuando escribo ficción en castellano. Mi hermafroditismo lingüístico aparece claramente reflejado en mis cuentos. La mezcla de los distintos castellanos (el del lado de acá y el del lado de allá) se corresponde, en general, con mi propio mestizaje lingüístico. Mi castellano fue mutando de un argentinismo radical a un españolismo moderado. Mi particular viaje al otro lado ha dejado huellas claras en la manera de narrar y en el léxico que utilizo y estos cambios se reflejan también en la manera de expresarme.

Me encanta esta indeterminación lingüística y disfruto cada día más de ella. Mientras algunos intentan aferrarse a una lengua como único elemento identitario, yo intento que mi horizonte lingüístico se expanda cada día. Siento que me enriquezco y que es algo que me facilita acceder al otro lado de las cosas.


 

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